Un
nuevo día
De vuelta a Madrid, esa ciudad tan
urbana y cosmopolita, veo a la gente andar de un sitio para otro pensando en
mil cosas a la vez y sin centrarse en una completamente. Hoy el cielo está oscuro como grisáceo y de
vez en cuando cae alguna llovizna, si fuera humano supongo que tendría un día
melancólico, por eso de que influye el tiempo en el estado anímico pero yo como
siempre vivo en una sensación de paz permanente. Cualquier persona podría
pensar que hoy es el día ideal para que todo salga mal, para que se te rompa el
paraguas, para perder el autobús, para llegar tarde al trabajo y que tu jefe te
haya llamado antes… vamos lo que se conoce como un día negro.
Estoy paseando por Sol cuando de
repente viene a mi memoria aquella joven de la ventana, hace mucho tiempo que
no sé nada de ella y me pregunto cómo estará….
Mi cabeza está ocupada en dichos menesteres cuando siento como los de
arriba me llaman. Me extraña mucho pues sinceramente no se que querrán y la
verdad que es raro porque incluso los “trabajos” que nos mandan nos los
comunica un compañero pero en fin… Me encanta la sensación de teletransporte
soy ligero como un pájaro, como si no
pesase, vuelo rodeado de nubes… la verdad que es una sensación muy
gratificante, casi diría que inspiradora.
Ahora mismo no sabría como
describir ni lo que veo ni lo que siento, esto increíble. He estado varias
veces aquí pero siempre consigue sobrecogerme la grandeza y majestuosidad de
este palacio. Nada más abrir mis ojos me encuentro en una sala enorme y
espaciosa, decorada con multitud de sofás de seda de las indias verdes, su
tacto es tan suave y tan efímero… es como si tocaras una nube con tus manos,
también hay lámparas de cristal tan bellas que parecen irreales, los muebles
son de un gusto exquisito y fino dignos del más poderoso monarca que jamás haya
existido en el mundo. La estancia posee numerosos ventanales que dan hacia un
jardín hermoso y amplio, dotando al lugar de una luz blanca casi celestial y
haciendo el espacio mucho más amplio de lo que ya es, creo que me tiraría horas
aquí sentado disfrutando de este paraíso.
El suelo es de piedra antigua brillante y está decorado con fantásticas
alfombras árabes, las columnas que sujetan el techo son de arte corintio formadas
por su ábaco, su capitel con fastuosos decorados de vegetación natural, con sus
rosetones y astrágalos esculpidos en piedra,
entremezclados con la precisión y belleza de las columnas más clásica,
la del arte dórico o incluso jónico de
Grecia, y seguidas por un fuste que terminaba en la mas señoriales de las
columnas. Realmente si tuviera que definir en una frase lo que estoy viendo
seria:
“Lo que contemplan mis ojos es lo
más hermoso que los hombres pueden llegar a crear o imaginar”.
Pasado un tiempo en el que he
conseguido reponerme de la impresión que me ha producido el lugar, decido
cruzar la instancia con pasos felinos, como si fueran plumas que rozan el
suelo, sin hacer apenas ruido. Cuando me encuentro casi a la mitad del camino
empiezo a divisar tres hombres con túnicas blancas, supongo que serán los
consejeros, estaban situados como en una esquina con poca luz, supongo que
ocultos de miradas inoportunas. Me siento un poco cohibido la verdad nunca fui
hombre de altas esferas y normalmente no me siento cómodo en ellas pero el
trabajo es el trabajo, asique sigo hacia delante, cuando he recorrido unos
metros más noto como uno de ellos se ha dado cuenta de mi presencia y mira en
mi dirección. Los tres consejeros quedaron en un silencio sepulcral de repente,
yo termine de aproximarme a ellos pero dejando un espacio de seguridad, no
quería que sintieran que les faltaba al respeto asique cuando llegue procedí
con la reverencia que correspondía, una inclinación ligera de cabeza. El sabia que me había visto llegar se ha
aproximo a mí y por primera vez pude apreciar las facciones de su cara. Era un
hombre mayor y su rostro estaba curtido por el sol y las decisiones duras de la
vida pero poseía una fuerza y una magia en la mirada digna del mayor joven
héroe. Se acerco a mí y espere a que el iniciara la conversación pues yo no
sabía muy bien que decir, me examino con la mirada y me dijo:
-Joven ¿podría acompañarme?
No espero contestación y empezó a
andar, asique yo le seguí in más dilaciones, fuimos pasando por distintas
habitaciones igual o más majestuosas que las anteriores, con grandes cuadros
donde se podía ver los nombres y los retratos de importantes Sabios. Nos fuimos
acercando hacia una sala donde en el centro se situaban unas escaleras de
mármol, nacían en una escalera grande central que más tarde era dividida en dos
para llegar al piso de arriba. La principal estaba presidida por dos cabezas de
caballo a cada lado era de color marrón y las esculturas habían sido esculpidas
con el mayor de los realismos, incluso me arriesgaría a decir, que parecía que
la pequeña brizna de aire que corría por el pasillo, procedente de algún ventanal,
movía las crines de los caballos dotándolas de movimiento y gran realismo. Eran
cabezas de caballos típicos españoles, con su porte y figura señorial. Me
aproxime más a la cabeza derecha y pude percibir hasta el mas mínimo detalle de
la figura, su textura lisa y suave tentaba ser acariciada por cualquier mano,
sus músculos y venas estaban esculpidos en la figura como una parte más de
ella. Me encontraba en un estado tan estupefacto que no me di cuenta de que el
Consejero me estudiaba con detenimiento hasta que el mismo dijo:
-
Estas esculturas se hicieron en memoria de los
de sementales que acompañaron a los grandes guerreros en la batalla más
importante de nuestro tiempo. El caballo de la derecha es Rayo y el de la
izquierda Arcalus… Algún día volverán a resplandecer junto a los jinetes que
sean dignos de montarlos.
Ambos volvimos a clavar nuestra
mirada en dichos sementales como adorándolos pues esos caballos, tienen más
historia que las dos personas juntas que
nos hallábamos en ese espacio contemplándolos.
La verdad es que uno se siente pequeño cuando recuerda la historia de los
grandes guerreros y sus caballos y de repente los ve ahí … justo delante de él.
Pasados unos minutos nos
dispusimos a subir las escaleras, justo cuando pisaba el primer peldaño de la
escalera tuve una sensación muy rara, indescriptible, fue como un calambrazo
pero no hice ningún movimiento que pudiera descubrirme asique seguí subiendo
como si no hubiera pasado nada. A la mitad de la escalera decidí girarme y
mirar de nuevo esas cabezas de caballo, como si esperará ver o escuchar algo
pero nada, silencio sepulcral asique seguí subiendo sin darme cuenta de que la
persona que me acompañaba, me había mirado de reojo en el momento en el que me
gire, mas tarde, sabría el porqué de su comportamiento actual conmigo. Subimos
las dos escaleras y frente a nosotros apareció un gran pasillo donde se podía
vislumbrar al final, una puerta de madera maciza grande decorada con una composición principalmente de barras forjadas, puntas de
lanzas y clavos de forjas de hierro.
Cuando llegamos a la puerta el
sabio dio dos golpes en ella, espero unos segundos y procedió a abrir la
puerta. Ante nuestros ojos apareció un gran despacho, provisto con una gran mesa y varios sofás tapizados
con telas rojas cerca del escritorio. Las paredes de los lados estaban
decoradas con cuatro retratos en cada una y al fondo detrás del escritorio se
abría un inmenso ventanal con cortinas blancas. El lugar estaba iluminado por
una gran lámpara que colgaba del techo y en la pared de en frente dos antorchas
a cada lado de la mesa.
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