La
abuela Margaret
Y como os decía, ahora me toca
partir hacia Granada, no sé que me depara este viaje pero sé que haré todo lo
posible por ayudar a que sea menos traumático y más cómodo el paso de Margaret, una mujer
luchadora de 86 años, que según me han contado, tiene que poner rumbo hacia su
próximo destino. Va a ser duro pues tiene a sus tres hijos y siete nietos que son la fuerza y la ilusión
de su vida, por lo que ha luchado con todas fuerzas a lo largo de su vida, pero
ahora debe de partir hacia su nueva vida y dejar que ellos sigan con la suya en
la tierra.
Bueno pues aquí estoy en el tren
camino de Granada, os sonara raro pero aunque pueda teletransportarme, prefiero
viajar como una persona mortal y ver el paisaje que se abre entorno a mis ojos
de la majestuosa ciudad de Granada. Tengo que confesar que en mi vida mortal
siempre me eclipso y cautivó esta ciudad pero nunca pude viajar aquí por
motivos muy dispares, asique ahora que puedo, disfruto de las vistas no creo
que sea tan malo ¿no?. En lo que dura el
trayecto me da tiempo a leerme el informe de la abuela Margaret, es increíble
esta mujer sin conocerla ya hace que sienta un profundo respeto por ella,
presiento que este viaje no va ser como los otros, será más doloroso no solo
por ella sino por sus hijos, perderán un gran pilar en sus vidas pero sé que
son fuertes como su madre y aunque al principio les costará, con la ayuda de
sus parejas y sus hijos saldrán adelante y tendrán una vida tan satisfactoria
como la de su madre, además no sé porque me da que… puede que incluso aunque no la vean la
sentirán. Me encanta mi trabajo aunque… tenga momentos muy duros.
Este último pensamiento me hace
recordar a la joven de la ventana, ¿cómo se estará? ¿Seguirá sintiéndose vacía?
Bufff, me concentro, cierro los ojos aislándome de todo he intento buscarla a
través de la maraña de voces que llegan a mi cabeza pero nada, no consigo
escucharla, creo que será mejor que durante este viaje me concentré en Margaret
y su familia, ellos se lo merecen asique eso haré.
Después de cuatro horas y media
presiento que estoy llegando miro a través de la ventana y vualá Granada
aparece ante mis ojos, la mayoría de los viajeros se acercan a las ventanas
para ver como el tren se aproxima a la ciudad solo algunos perdidos entre
ordenadores y conversaciones al teléfono se pierden este momento único. Algún día
se darán cuenta del tiempo perdido, es cierto que trabajar es importante y
necesario pero pienso que el trabajo no lo es todo, por dios tienen una vida por
vivir que están desaprovechando… en fin son sus vidas.
Ya con mis pies en el andén puedo
sentir como Margaret presiente que es su hora e indirectamente me llama, está
preparada y sabe que es su hora pero no quiere dejar a su familia. Cierro mis
ojos y me concentro en su voz, cuando los abro estoy en un pasillos de hospital
a cinco pasos de la habitación 232, desde donde estoy puedo escuchar unas
vocecillas que felices ajenas a los que está por pasar, ríen y le cuentan una y mil anécdotas
a su queridísima abuela. Siente que en esa habitación hay felicidad y
preocupación pues intuye que también se encuentran sus hijos con ella. Miro el
pasillo y veo que cerca de donde estoy hay un banco y me dirijo hacia él,
quiero percibir y escuchar que es lo que está pasando en esa habitación.
Pasados menos de diez minutos veo como una enfermera camina por el pasillo y
escucho como se va repitiendo mentalmente lo que tiene que hacer… mmm va a la
habitación 232 creo que es hora de ponerme en marcha. Me aparezco en esa habitación,
y como esperaba los pequeños se quedan mirándome, estos chiquillos siempre nos
descubrirían ante los adultos si no fuera porque no pueden vernos, pero pasados
unos segundos, dejo de ser su centro de atención pues ven como una enfermera
entra y les dice a los presentes que tienen que salir un momento al pasillo y
que luego podrán pasar. Por supuesto, el pequeño John no está de acuerdo, es el
más pequeño y siente una verdadera debilidad por su abuela asique es su madre
Lucia la que tiene que cogerle de los brazos de su abuela, despidiéndose de
esta con un beso para darla fuerzas. Cuando nos quedamos solos en la
habitación, es cuando veo realmente el estado de Margaret reflejado en sus
ojos, la enfermera parece darse cuenta al igual que yo y al pasar por su lado
la apreta el hombro y prepara el material para cambiarla el suero. En este
momento soy testigo mudo de dos personas con sentimientos muy distintos y a la
vez muy parecidos, por un lado la enfermera, esto es lo que menos la gusta de
su trabajo pero sabe que no se puede hacer nada y se siente frustrada e
impotente asique lo único que puede hacer es que el tiempo que le queda a los
pacientes terminales sea el más llevadero posible, que nos les duela ni les
moleste nada y que disfruten de su familia el tiempo que les quede. Por otro
lado, esta Margaret, el motivo de que yo esté en esta habitación, es increíble
aun en esta situación solo reza por los suyos. Margaret es católica asique reza
porque los ángeles y dios cuiden a su familia cuando ella no este y que dios la
acoja en su seno para descansar de una vida dura. Por supuesto, es lo que la
espera, no se merece otra cosa mejor, lo que ella no sabe es que tendrá que
tomar una de las decisiones más importantes de su vida cuando de el paso de cambiar esta vida terrenal por
una vida eterna.
Pasados unos minutos la enfermera
se marcha, no antes de decirla que si necesita algo, cualquier cosa, que pulse
el botón rojo que está al lado de su cama y sonreírla, es sincera no tiene
sentimientos oscuros… me gustan este tipo de personas. Cuando sale de la habitación no puedo evitar
sonreír al ver un huracán de niños correr directos a abrazar a su abuela y por
detrás a unos segundos de diferencia, los padres de estos pronunciando las típicas regañinas de: tened cuidado no
hagáis daño a la abuela; no se corre por el hospital, etc. Pero velo preocupado
en los ojos de Margaret ha desaparecido nada más verlos y ha sido remplazado
por una sonrisa de felicidad plena, esta con su familia a pesar de todo.
Después de estar unas horas con
ellos creo que es el momento de dejarles solos un rato, salgo fuera del
hospital y cuando salgo por la puerta veo como de repente me atraviesa una
camilla con una persona junto con dos médicos, una enfermera y un celador.
Cuando me pasan giro mi cabeza hacia el lugar por donde han desaparecido y creo
que ha sido un accidente de tráfico, por las lesiones que presenta el cuerpo,
otra más… en fin, mira por los alrededores y veo como un hombre trajeado de
blanco se acerca por la puerta, es raro porque me está mirando… supongo que
mirará alguien que está detrás de mí, asique sigo caminando, cuando de repente
una persona le atraviesa, es otro guardián.
Normalmente nos solemos reconocer
pero… con lo que pasó…., bueno en conclusión que ahora somos muchos y tenemos
mucho cuidado de quien nos vean ya que según me han contado seguimos en
peligro… . Sí, somos inmortales pero la mortalidad no es eterna, hay formas de reconvertirte
en mortal y morir llegado el caso, pero ese conocimiento solo lo tienen los
jefes de arriba, los arcángeles o sabios blancos, así son conocidos.
Ya han pasado dos semanas desde
que llegue a Granada y la verdad es que Margaret ha empeorado mucho desde
entonces. Desde hace menos de cinco días no me separo de su cama a la espera de
que se rinda y esté preparada para marcharse, presiento que hoy será el día, no
se pero se está haciendo duro sobre todo para su familia. Uno de mis dones es
que si me acerco a alguien y le toco, todo su sufrimiento se desvanecerá pero
estos días, lo he intentado todo con su familia, reconfortar a sus hijos pero
ha llegado un momento en que aunque les ayude a desaparecer momentáneamente ese
dolor en sus corazones se está instalando un vacio por la creciente
aproximación de la defunción de su madre. Todos presienten que no le queda
mucho, incluso el pequeño John de tres años, lleva días sin comer apenas, esta
inapetente y no ríe casi, al igual que María, Carlos, Elena, Alberto y Marcos.
A pesar de todo, los pequeños no quieren separarse de su abuela como sus
padres, nadie quiere perder la oportunidad de despedirse de su abuela o
madre.
Margaret a lo largo de estos días
ha tenido tiempo de hablar con cada uno a solas y de despedirse, es cierto que
es una situación muy triste pero la abuela ha sido capaz de darle a cada uno la
suficiente fuerza como para reponerse y luchar por ser felices, aunque ella se
marche seguirán siendo una familia y eso no deben de olvidarlo si quieren salir
de este bache. Como siempre dice Margaret: “Las cosas pasan por algo, Dios lo
manda así y tenemos que aceptarlo. Asique recordar que siempre estaré con
vosotros cuidándoos, siempre estaré en vuestros corazones cuando me necesitéis…
siempre podréis contar conmigo”. El pitido de una maquina me sobresalta y miro
hacia el pasillo, veo como dos médicos junto con dos enfermeras se acercan
corriendo a la habitación y como antes de que estos lleguen, se asoma al
pasillo María, una de las hijas de Margaret, con lagrimas en los ojos y
pidiendo ayuda…. Es la hora será mejor que marche junto a ella. Entro en la
habitación y todo es puro caos, los niños son sacados de la habitación casi a
empujones por los padres mientras lloran y gritan y los mayores lloran en
silencio, rezan temiéndose lo peor. Cuando miro hacia la cama veo a Margaret
mirando su propio cuerpo desde arriba, no entiende nada, levanta la cabeza y es
cuando me ve, se acerca a mí y yo sonrió, cree que soy un ángel, bueno… seré un
ángel para ella, seré su ángel, la toma de la mano y la llevo hacia una esquina
de la habitación donde los dos nos quedamos mirando hacia la sala, donde el
personal de sanidad intenta hacer todo lo posible por recuperarla, mientras el
pitido incesante de la maquina no para. Ella me mira y me dice: ¿Es la hora
verdad?, yo asiento con mi cabeza y nos marchamos de la habitación hacia el
pasillo donde está su familia, se que quiere despedirse a su modo asique la
dejo espacio y me separa unos pasos del sitio pero siempre atento a lo que
pueda pasar. Acaricia y besa a todos, los habla al oído dándoles palabras de fuerza
y animo, pasado un tiempo se aproxima a mí y me pregunta: ¿estarán bien?,
dirijo mi mirada hacia la familia que se encuentra hablando ya con los médicos
y veo a cuatro personas que me miran desde allí, cerramos los ojos y lo que me hacen ver sobre el
futuro de los allí presentes, me hace sonreír, tanto que no hace falta que la
conteste, la vieja y sabia abuela sabe la respuesta y ella sonríe plenamente
por primera vez en su nueva vida. Sabe que estarán bien, que serán felices y
que alguien les cuidará por ella. Pero yo sonrió mucho mas, no sabe que a lo
mejor, algún día, la darán la oportunidad de cuidarlos ella misma y de
asegurarse personalmente de que estén bien. Nos quedamos un rato mas mirando a
sus familiares parecen que se van calmando y se apoyan unos a los otros,
Margaret sonríe están haciendo lo que ella les pidió y yo sonrió más aun
sabiendo que algún día volverán a encontrarse, mientras esperamos muevo mi
cabeza hacia un lado y algo me dice que ya es la hora de partir, y de que ella
se enfrente a su nueva vida. La cojo de la mano y la doy un pequeño tirón me
mira y asiente, se pone a mi lado y marchamos caminando en un sentimiento de
paz permanente.