sábado, 22 de septiembre de 2012

Capitulo 4


Un nuevo día
De vuelta a Madrid, esa ciudad tan urbana y cosmopolita, veo a la gente andar de un sitio para otro pensando en mil cosas a la vez y sin centrarse en una completamente.  Hoy el cielo está oscuro como grisáceo y de vez en cuando cae alguna llovizna, si fuera humano supongo que tendría un día melancólico, por eso de que influye el tiempo en el estado anímico pero yo como siempre vivo en una sensación de paz permanente. Cualquier persona podría pensar que hoy es el día ideal para que todo salga mal, para que se te rompa el paraguas, para perder el autobús, para llegar tarde al trabajo y que tu jefe te haya llamado antes… vamos lo que se conoce como un día negro.
Estoy paseando por Sol cuando de repente viene a mi memoria aquella joven de la ventana, hace mucho tiempo que no sé nada de ella y me pregunto cómo estará….   Mi cabeza está ocupada en dichos menesteres cuando siento como los de arriba me llaman. Me extraña mucho pues sinceramente no se que querrán y la verdad que es raro porque incluso los “trabajos” que nos mandan nos los comunica un compañero pero en fin… Me encanta la sensación de teletransporte soy  ligero como un pájaro, como si no pesase, vuelo rodeado de nubes… la verdad que es una sensación muy gratificante, casi diría que inspiradora.
Ahora mismo no sabría como describir ni lo que veo ni lo que siento, esto increíble. He estado varias veces aquí pero siempre consigue sobrecogerme la grandeza y majestuosidad de este palacio. Nada más abrir mis ojos me encuentro en una sala enorme y espaciosa, decorada con multitud de sofás de seda de las indias verdes, su tacto es tan suave y tan efímero… es como si tocaras una nube con tus manos, también hay lámparas de cristal tan bellas que parecen irreales, los muebles son de un gusto exquisito y fino dignos del más poderoso monarca que jamás haya existido en el mundo. La estancia posee numerosos ventanales que dan hacia un jardín hermoso y amplio, dotando al lugar de una luz blanca casi celestial y haciendo el espacio mucho más amplio de lo que ya es, creo que me tiraría horas aquí sentado disfrutando de este paraíso.  El suelo es de piedra antigua brillante y está decorado con fantásticas alfombras árabes, las columnas que sujetan el techo son de arte corintio formadas por su ábaco, su capitel con fastuosos decorados de vegetación natural, con sus rosetones y astrágalos esculpidos en piedra,  entremezclados con la precisión y belleza de las columnas más clásica, la del arte dórico o incluso jónico  de Grecia, y seguidas por un fuste que terminaba en la mas señoriales de las columnas. Realmente si tuviera que definir en una frase lo que estoy viendo seria:
“Lo que contemplan mis ojos es lo más hermoso que los hombres pueden llegar a crear o imaginar”.
Pasado un tiempo en el que he conseguido reponerme de la impresión que me ha producido el lugar, decido cruzar la instancia con pasos felinos, como si fueran plumas que rozan el suelo, sin hacer apenas ruido. Cuando me encuentro casi a la mitad del camino empiezo a divisar tres hombres con túnicas blancas, supongo que serán los consejeros, estaban situados como en una esquina con poca luz, supongo que ocultos de miradas inoportunas. Me siento un poco cohibido la verdad nunca fui hombre de altas esferas y normalmente no me siento cómodo en ellas pero el trabajo es el trabajo, asique sigo hacia delante, cuando he recorrido unos metros más noto como uno de ellos se ha dado cuenta de mi presencia y mira en mi dirección. Los tres consejeros quedaron en un silencio sepulcral de repente, yo termine de aproximarme a ellos pero dejando un espacio de seguridad, no quería que sintieran que les faltaba al respeto asique cuando llegue procedí con la reverencia que correspondía, una inclinación ligera de cabeza.  El sabia que me había visto llegar se ha aproximo a mí y por primera vez pude apreciar las facciones de su cara. Era un hombre mayor y su rostro estaba curtido por el sol y las decisiones duras de la vida pero poseía una fuerza y una magia en la mirada digna del mayor joven héroe. Se acerco a mí y espere a que el iniciara la conversación pues yo no sabía muy bien que decir, me examino con la mirada y me dijo:
-Joven ¿podría acompañarme?
No espero contestación y empezó a andar, asique yo le seguí in más dilaciones, fuimos pasando por distintas habitaciones igual o más majestuosas que las anteriores, con grandes cuadros donde se podía ver los nombres y los retratos de importantes Sabios. Nos fuimos acercando hacia una sala donde en el centro se situaban unas escaleras de mármol, nacían en una escalera grande central que más tarde era dividida en dos para llegar al piso de arriba. La principal estaba presidida por dos cabezas de caballo a cada lado era de color marrón y las esculturas habían sido esculpidas con el mayor de los realismos, incluso me arriesgaría a decir, que parecía que la pequeña brizna de aire que corría por el pasillo, procedente de algún ventanal, movía las crines de los caballos dotándolas de movimiento y gran realismo. Eran cabezas de caballos típicos españoles, con su porte y figura señorial. Me aproxime más a la cabeza derecha y pude percibir hasta el mas mínimo detalle de la figura, su textura lisa y suave tentaba ser acariciada por cualquier mano, sus músculos y venas estaban esculpidos en la figura como una parte más de ella. Me encontraba en un estado tan estupefacto que no me di cuenta de que el Consejero me estudiaba con detenimiento hasta que el mismo dijo:
-          Estas esculturas se hicieron en memoria de los de sementales que acompañaron a los grandes guerreros en la batalla más importante de nuestro tiempo. El caballo de la derecha es Rayo y el de la izquierda Arcalus… Algún día volverán a resplandecer junto a los jinetes que sean dignos de montarlos.
Ambos volvimos a clavar nuestra mirada en dichos sementales como adorándolos pues esos caballos, tienen más historia que las dos  personas juntas que nos hallábamos en  ese espacio contemplándolos. La verdad es que uno se siente pequeño cuando recuerda la historia de los grandes guerreros y sus caballos y de repente los ve ahí … justo delante de él.
Pasados unos minutos nos dispusimos a subir las escaleras, justo cuando pisaba el primer peldaño de la escalera tuve una sensación muy rara, indescriptible, fue como un calambrazo pero no hice ningún movimiento que pudiera descubrirme asique seguí subiendo como si no hubiera pasado nada. A la mitad de la escalera decidí girarme y mirar de nuevo esas cabezas de caballo, como si esperará ver o escuchar algo pero nada, silencio sepulcral asique seguí subiendo sin darme cuenta de que la persona que me acompañaba, me había mirado de reojo en el momento en el que me gire, mas tarde, sabría el porqué de su comportamiento actual conmigo. Subimos las dos escaleras y frente a nosotros apareció un gran pasillo donde se podía vislumbrar al final, una puerta de madera maciza grande decorada con  una composición  principalmente de barras forjadas, puntas de lanzas y clavos de forjas de hierro.
Cuando llegamos a la puerta el sabio dio dos golpes en ella, espero unos segundos y procedió a abrir la puerta. Ante nuestros ojos apareció un gran despacho, provisto  con una gran mesa y varios sofás tapizados con telas rojas cerca del escritorio. Las paredes de los lados estaban decoradas con cuatro retratos en cada una y al fondo detrás del escritorio se abría un inmenso ventanal con cortinas blancas. El lugar estaba iluminado por una gran lámpara que colgaba del techo y en la pared de en frente dos antorchas a cada lado de la mesa.

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