Después del tiempo que
ha pasado desde aquella historia escrita en el Génesis, los humanos nos
empeñamos en dividirnos. Recordemos aquella historia, el mito de la Torre de
Babel en el que Dios castiga a los
hombres por su orgullo, por intentar
llegar al cielo, por intentar construir una cúspide tan alta que sobre pase los
niveles terrenales estipulados a los hombres.
Según la Biblia, a lo largo de toda la tierra se hablaba una
sola lengua, y todos los hombres podían entenderse entre ellos. Pero un día los
pueblos salieron de oriente encontrándose
con una gran llanura, y decidieron asentarse allí.
Entre
todos decidieron construir una gran torre, cuya cúspide llegara hasta el cielo,
desafiando los límites terrenales que ellos poseían. Fue entonces cuando Dios decide descender para ver el trabajo de los hombres. Esto despertó su ira,
viendo el orgullo de los hombres, y la insolencia que esto significaba. De ese
modo, decidió confundir a los hombres sus lenguas, para que no pudieran
entenderse.
Es así
como la torre de Babel dejó de construirse, y la diversidad de
lenguas se esparció por toda la tierra.
Es
curioso como nosotros mismos nos truncamos, nos ponemos impedimentos para poder
relacionarnos. Es normal que todos queramos conservar nuestra lengua pero no
hagamos de esta una escusa para enfrentarnos.
Lo más
valiosos de una lengua es lo que puede transmitir, es la herramienta que nos
ofrece para comunicarnos y esté, se pierde cuando no respetamos la lengua común
que se conoce, es decir, si en un grupo de personas todos hablan un idioma ¿porque
nos obcecamos en utilizar nuestro dialecto o nuestra jerga?
Curiosamente
el nombre Babel es
mencionado una sola vez en la Biblia, pero hoy en día está muy presente numerosas
discusiones sobre la diversidad de las lenguas, sobre la utilización de
dialectos en conferencias nacionales e internacionales.
Recordemos
que el idioma es una herramienta para facilitar la comunicación no un
inconveniente para comunicarnos, no la usemos en nuestra contra.